diumenge, 14 de maig del 2017

María Eloy-García i el setè pis



Parteixo de la idea que no hi ha res que sigui original, que tot s’ha pensat, s’ha dit, s’ha fet... Tot i així, em ve molt de gust deixar constància per escrit d’un instant que em va omplir de joia. Va passar la tarda de divendres, en un dels actes de la Setmana de la Poesia de Barcelona que va tenir lloc al Verger del Museu Marès. Una de les poetes convidades era la malaguenya María Eloy-García, de qui no en tenia cap notícia. Abans m’hauria fet vergonya confessar la meva ignorància. Ara ja no. Són tantes les coses que no arribaré a saber mai! Per més que un vulgui no pot estar al dia de tot. El cas és que mentre escoltava bocabadada el poema de la María, em vaig sentir absolutament enlluernada per la seva torrencialitat, per una posada en escena incapaç de deixar indiferent el públic. Portava un bon nombre de versos interpretat, perquè interpreta més que recita, quan el contingut es va imposar a la forma. Oh, els pressentiments! Hi ha associacions d’idees meravelloses. No vull dir en cap moment que la María faci una poesia previsible. És més aviat tot el contrari, però per una estranya raó (potser si ho analitzés detingudament trobaria l’explicació), el seus versos que anaven passejant-se pels pisos d’un edifici em van portar directament a Luis Cernuda i vaig pensar que en un d'aquells pisos hi habitaria l’oblit. I el pressentiment es tornà realitat en el darrer vers, que va arrencar un munt d’aplaudiments. Segur que més d’una persona del públic havia fet la mateixa associació d’idees que jo.

Va ser un instant de goig tan intens, que he volgut recopilar, en aquest espai, els poemes que s’han anat entrellaçant —així es teixeix la literatura— amb la idea que plasma el darrer vers de la Rima LXVI de Gustavo Adolfo Bécquer, idea que reprèn Luis Cernuda, Joaquín Sabina i també María Eloy-García a “El bien inmueble”. Recopilar aquests poemes no és, com deia a l’inici, cap idea original, però... i què? Heus aquí el recorregut invers fins arribar a l’origen.



EL BIEN INMUEBLE (María Eloy-García)




















La nostalgia vive en el sexto piso
tira un papel por la ventana
y por un segundo
se confunde con el vuelo migratorio
de un pájaro que quiere aparearse
la mierda que lanza desde su arriba
cae sobre la raya en medio
de un preso en libertad condicional
que no recuerda cómo se iba a su casa
aquí el niño que lo ve todo
crea en ese momento en la parte izquierda del cerebro
un comienzo de neura
que asociará a la placidez veinte años más tarde
la bondad vive en el tercero
tiene una casa confortable pero incómoda
el odio tiene siempre un perro en la puerta del cuarto
pero la decoración de su casa es impecable
la timidez que vive en el quinto
ve por la mirilla de su puerta blindada
la cabeza distorsionada de un gordo que es el mundo
en el noveno vive la veneración
la soltera que comparte piso con la envidia
el del octavo que es el tiempo
se quedó justamente encerrado en el ascensor
aquel día que viniste a mi casa
y yo soy ese edificio
pero nunca subo al décimo
la casa de la perfección que es una déspota
suelo sin embargo quedarme en el primero
del que nunca sé salir
allí vive el hastío que nunca pagó la comunidad
la memoria
que vive en el segundo
tiene el síndrome de Diógenes
todo lo que sube a su casa
es digno de ser guardado
cualquier tontería tiene la dignidad de un tesoro
pero nunca recuerda al que se olvidó de ella
ese día subiré al séptimo
porque es justo allí donde habita el olvido.




DONDE HABITA EL OLVIDO (Joaquín Sabina)

 Cuando se despertó,

no recordaba nada
de la noche anterior,
demasiadas cervezas,
dijo, al ver mi cabeza,
al lado de la suya, en la almohada...
Y la besé otra vez,
pero ya no era ayer,
sino mañana.
Y un insolente sol,
como un ladrón, entró
por la ventana.
el día que llegó
tenía ojeras malvas
y barro en el tacón,
desnudos, pero extraños,
nos vio, roto el engaño
de la noche, la cruda luz del alba.

Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
llámame un día.
Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.
Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.
La pupila archivó
un semáforo rojo,
una mochila, un Peugeot
y aquellos ojos miopes
y la sangre al galope
por mis venas
y una nube de arena
dentro del corazón
y esta racha de amor
sin apetito.
Los besos que perdí,
por no saber decir:
te necesito.
Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.






DONDE HABITE EL OLVIDO (Luis Cernuda)
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.



RIMA LXVI (Gustavo Adolfo Bécquer)

¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero

de los senderos busca;

las huellas de unos pies ensangrentados

sobre la roca dura;

los despojos de un alma hecha jirones

en las zarzas agudas,

te dirán el camino

que conduce a mi cuna.



¿Adónde voy? El más sombrío y triste

de los páramos cruza,

valle de eternas nieves y de eternas

melancólicas brumas;

en donde esté una piedra solitaria

sin inscripción alguna,

donde habite el olvido,

allí estará mi tumba.